Estoy realmente abatido. Nunca vienen solas las desgracias, y la vida son mareas. Tocaba ya el bajón. Cierto es que puedo afrontar todo esto mucho mejor, pero el terrible tedio se ha transformado en desazón, en profunda tristeza. Se fueron todos y todo, y quedo yo, como diciéndome el motor inmóvil: ¿Qué? ¿A qué estás esperando para irte tu también?.
Pues me medio-iré, porque soy un cobarde atrapado, como muchos. Pero todavía queda. Queda esperar que la resaca ceda, se asiente, y vuelva a subir la marea. Pero vaya puta mierda hasta entonces chacho. Ésta vez los marrones son muy gordos; y por lo visto debo acostumbrarme a que cada vez sea peor. Lo jodido es que lo bueno no mejora tanto como empeora lo malo, de momento.
Odiadme y odiaros con razón, ratas inmundas, porque todos somos miserables.